"Avivamiento: Un devocionario cuaresmal para la renovación eucarística", es una serie de reflexiones sencillas y diarias que ayudarán a los católicos a reavivar una relación viva con Jesús reflexionando sobre su relación con el Señor, la Eucaristía y nuestra llamada misionera a compartir el amor de Dios con el prójimo.
Muchos de nosotros nos sentimos atraídos por la Iglesia "como el ciervo sediento de corrientes de agua"(Sal 42,1), anhelando el dulce alivio que ofrece. Abrazamos sus doctrinas no sólo por su verdad abstracta, sino por la esperanza tangible que ofrecen: creemos (o al menos tenemos una fuerte intuición) que podemos ser transformados en la Iglesia.
Sin embargo, a pesar de frecuentar los Sacramentos -incluso durante muchos años- y de rezar fervientemente, muchos se sienten descorazonados porque las áreas de su vida que les causan más dolor, pena o vergüenza no parecen haberse transformado sustancialmente para mejor. Cuando las personas comienzan la terapia en Wellspring Counseling & Coaching, mi consultorio privado de terapia, a menudo les escucho decir algo como esto: ¿Por qué cuando traigo mi dolor y sufrimiento a Cristo mis actitudes y comportamiento no cambian? Se sienten desanimados, confundidos, o peor aún, abandonados.
¿Has estado allí? Yo sí.
¿Cómo puede ser que vivir una vida fiel y católica no parezca ponernos más en paz con nosotros mismos y con los demás?
Según mi experiencia, cuando esto ocurre suele haber tres problemas en juego: 1) entendemos mal la curación, 2) no estamos dispuestos a recibir curación, o 3) simplificamos demasiado nuestro problema.
Así es como yo entiendo la curación: ser hecho libre-libre para amar y servir a Dios y a los demás. La sanación, entendida de este modo, nos permite seguir la llamada de Dios a tener la libertad interior de dar/recibir amor como Él desea. Si no se abordan y sanan, nuestros diversos intentos de evitar y disminuir los sentimientos, recuerdos, patrones de pensamiento o sensaciones físicas negativas que nos angustian, en realidad nos impiden vivir esta llamada.
Podríamos decir que en realidad hay dos tipos de curación. La primera consiste en la eliminación del sufrimiento, es decir, la desaparición de emociones, comportamientos o patrones de pensamiento desagradables que causan sufrimiento. Esto es a menudo lo que imaginamos cuando pensamos en la curación.
Hay un segundo tipo de curación, sin embargo, en la que Dios no elimina nuestro sufrimiento, sino que nos da la gracia para soportarlo sin dejar que domine nuestras vidas. San Pablo ejemplifica este tipo de curación. Pide repetidamente al Señor que le quite la espina que tiene clavada en la carne, pero Dios le responde: "Te basta con mi gracia"(2 Co 12:9). A Pablo no se le quita el malestar, pero se le libera para seguir a Cristo sin dejarse consumir por su sufrimiento. No necesita orquestar su vida para arreglar, eliminar, adormecer o evitar su sufrimiento. Su sufrimiento no dicta sus acciones; lo hace el amor de Cristo. De este modo, su herida se convierte en un signo de la fuerza de Dios y en una fuente de vida y esperanza para los demás.
Así que, cuando nos sentimos frustrados porque no hemos cambiado, puede ser que nos estemos centrando sólo en que nos quiten el sufrimiento: en nuestros sentimientos, recuerdos o comportamientos no deseados.
En cambio, el Señor puede estar ofreciéndonos libertad como hizo con Pablo. Puede estar dándonos la gracia y la libertad interior para amarle y servirle a Él y a los demás a pesar de nuestro sufrimiento. De este modo, Cristo hace posible que nos relacionemos con nuestro sufrimiento de manera diferente. No nos centramos en eliminar nuestro sufrimiento, sino en amar a Dios y a los demás, permitiendo que Dios utilice nuestras heridas y nuestro sufrimiento.
La transformación requiere que la gracia de Dios toque las heridas que causan nuestro sufrimiento.
¿De dónde vienen nuestras heridas? Las heridas suelen surgir cuando no se nos ama como fuimos creados para ser amados o cuando se nos impide amar como fuimos creados para amar.1
La mayoría de nosotros adoptamos estrategias de autoprotección y autopreservación para reducir o evitar el sufrimiento y proteger nuestras heridas. Nuestras estrategias de autopreservación son tan habituales que la mayoría de las veces ni siquiera somos conscientes de su función autoprotectora. Es como si... fuéramos así.
Cuando nos acercamos a Dios, incluso con un deseo sincero de que nuestra vida sea diferente de lo que es, a menudo (sin saberlo) nos presentamos ante él mientras nos escondemos detrás de nuestras estrategias de autoprotección. Sin embargo, Dios no se mete donde no le dejamos. No va donde no se le invita. Así que, sin darnos cuenta, impedimos su gracia sanadora cuando nos acercamos a él con nuestras defensas levantadas.
Te daré un ejemplo. Si mis heridas me han dejado sintiéndome insignificante y no querido, mi estrategia de autoprotección podría ser mostrar mi valor a través del trabajo duro y el éxito. Es probable que también esté interactuando con Dios a través de este modo de autoprotección. Por ejemplo, puedo esforzarme mucho en la oración, completar con éxito las novenas y ser voluntario en la parroquia, todo ello sin darme cuenta de que lo que me motiva es mi necesidad de demostrar a Dios lo deseable que soy y lo digno que soy de ser curado.
Así que, para encontrar la transformación que deseamos, es importante identificar la estrategia de autoprotección que hemos adoptado para mantenernos a salvo y seguros. Debemos identificar nuestras estrategias de autopreservación y arriesgarnos a bajarlas en la presencia amorosa de Cristo para que él pueda tocar nuestras heridas, ofreciéndonos una experiencia correctiva y amorosa, allí donde el amor ha estado ausente.
La transformación que deseamos en la vida suele requerir abordar un problema de forma holística, tratando cada aspecto o faceta de una cuestión. Nuestras emociones, creencias, psicología, moral y espiritualidad no existen en cajas perfectamente divididas, todas funcionando de forma distinta.
Por ejemplo, digamos que me falta templanza con el alcohol, lo que me ha llevado a tener sobrepeso, hipertensión, gota, ausencias frecuentes en el trabajo y problemas interpersonales con mi familia (especialmente cuando estoy ebrio). El problema que tengo con el alcohol tiene muchas facetas. Si bien es cierto que mi intemperancia tiene una dimensión moral y espiritual, por ejemplo, abordar los problemas médicos y las preocupaciones interpersonales es de vital importancia. Además, el hecho de que deje de beber alcohol no significa que sepa cómo entablar relaciones sanas o reparar las rotas. Además, también es importante comprender si algún problema psicológico me predispuso a beber en exceso (por ejemplo, abusos, traumas, baja autoestima, etc.). Abordar cada faceta del problema de forma holística tiene más probabilidades de producir una curación a largo plazo.
Es importante no espiritualizar en exceso los problemas ni convertir las cuestiones psicológicas en cuestiones espirituales para que resulten menos abrumadoras, aterradoras o incómodas (es decir, pasar por alto lo espiritual). Por ejemplo, puedes rezar novenas y pedir a Dios que elimine o transforme tu infelicidad o tus altos niveles de estrés, pero, en realidad, puede que necesites simplemente dejar tu trabajo. Dios actúa realmente en y a través de causas naturales.
Aunque las prácticas espirituales son buenas y pueden apoyarnos y animarnos incluso con problemas que no tienen un origen espiritual, es un error centrarse únicamente en el ámbito espiritual y no atender un problema psicológico o de comportamiento según el orden natural que Dios ha ordenado.
En conclusión, si te encuentras rezando y yendo a Misa, pero sientes que no hay ningún cambio con respecto a luchas importantes en tu vida, aquí hay tres cosas que puedes hacer ahora mismo para abrirte a la verdadera sanación y transformación:
La curación es un trabajo duro y difícil de hacer solo. Este artículo puede ser el comienzo de tu deseo de sanación. Puede que al leerlo te hayas dado cuenta de que hay recuerdos, luchas o problemas que no sabías que estaban afectando a tu vida tanto como lo están haciendo. Acudir a alguien que pueda ayudarte en esta Jornada hacia la libertad -quizá un buen amigo, un grupo de hombres/mujeres o un terapeuta católico- es un paso sabio y crucial, no importa dónde te encuentres en tu camino hacia la sanación y la transformación en Cristo.
El Dr. Matt Breuninger es profesor asociado de psicología en la Universidad Franciscana y propietario de Wellspring Counseling & Coaching. Le apasiona ayudar a las personas a descubrir la compatibilidad entre la fe y la psicología y a encontrar la libertad de las heridas del pasado. Es autor de Finding Freedom in Christ: Healing Life's Hurts, y cofundador de KNOWN: Embraced by the Heart of the Father. Sin embargo, el mayor logro del Dr. Breuninger es ser marido de su maravillosa esposa y padre de sus maravillosos hijos.
1. Desarrollo esto con más detalle en mi libro Finding Freedom in Christ.