Paseo por la misa

Haced esto en memoria mía, Parte 15: La primera lectura

Después de dedicar un tiempo a reflexionar sobre la Liturgia de la Palabra en su conjunto, esta semana comenzaremos a examinar más detenidamente cada una de sus partes, empezando por la Primera Lectura. Podemos oír al lector proclamar: "Lectura del libro del profeta Isaías. En tiempos de Ajaz, rey de Judá, hijo de Jotam, hijo de Uzías, de Rezín, rey de Aram, y de Peka, rey de Israel, hijo de Remalías..."(Isaías 7,1-9). Con todos estos nombres, que muchos de nosotros quizá ni sepamos pronunciar, cabe preguntarse: ¿Por qué utilizamos el Antiguo Testamento en misa?

biblia

Un testimonio de la fidelidad de Dios

Como hemos dicho antes, la Primera Lectura de la Misa suele ser del Antiguo Testamento. Cuando escuchamos las historias del Antiguo Testamento, oímos hablar de cómo Dios llamó y empezó a formar a su pueblo. Si estás familiarizado con el Antiguo Testamento, sabrás que hay tiempos de fidelidad y de caída. Hay profetas, jueces y otros líderes que ayudan al pueblo a recuperar la fidelidad. Hay momentos en los que Dios está directamente implicado y otros en los que parece estar en un segundo plano. Aprendemos acerca de la fidelidad de Dios, incluso en medio de nuestra infidelidad. A menudo me sorprende esa fidelidad de Dios: sabemos que no la merecemos y, sin embargo, ahí está, amando, perdonando, guiando, proveyendo y protegiendo constantemente, haciendo todo lo que los buenos padres hacen por sus amados hijos. Ojalá que, al escuchar esas palabras cada semana, nos recuerden que siempre podemos acudir a nuestro Dios y Padre amoroso.

Como hemos reflexionado antes, por lo general, cuando hablamos del Antiguo Testamento, hablamos de una preparación. A través de Moisés, los profetas y otros escritores, Dios estaba preparando a su pueblo (y a nosotros) para recibir la verdad sobre Jesús: que él es realmente el Mesías que vino a liberarnos del pecado y de la muerte para que pudiéramos vivir con el Padre para siempre. El Antiguo y el Nuevo Testamento trabajan juntos: el Antiguo prepara para el Nuevo, y el Nuevo nos dice lo que hemos estado esperando, es decir, Jesucristo (cf. Dei Verbum, n. 15).

La familia de Dios

Pero, ¿por qué necesitamos todos esos nombres? Toda la Biblia, incluso las partes que no entendemos o que no nos parecen útiles, forma parte de la preciosa palabra de Dios a su pueblo. Charles Belmonte nos recuerda que, al igual que cada partícula del Cuerpo de Cristo es preciosa, también lo es cada palabra (y nombre) de la Biblia. A veces las lecturas pueden parecernos "oscuras" porque no entendemos las antiguas culturas de Oriente Medio. A veces sólo insinúan ligeramente uno de los grandes misterios de Dios y su importancia puede pasarse por alto fácilmente. A veces nos tropezamos con los nombres o no entendemos el lenguaje poético. "Sin embargo, podemos estar seguros de que, si nos esforzamos, el Espíritu Santo nos dará la capacidad suficiente para captar todo lo que podamos necesitar para nuestra santificación y misión en la vida. Y aunque lo que hemos leído [u oído] no permanezca en nuestra memoria, la Palabra de Dios ha purificado y alimentado nuestras almas"(Comprender la Misa, p. 85)

personas rezando en misa

Podríamos pensar que los nombres no son tan importantes, pero lo que nos muestran es una cadena continua de personas que están en relación con Dios, una familia continua que el Señor va construyendo a lo largo del tiempo. Del mismo modo que recordamos los nombres de nuestros abuelos y bisabuelos porque forman parte de nuestro árbol genealógico, también recordamos los nombres de estas personas que de algún modo tenían (y siguen teniendo) un papel importante en el árbol genealógico de Dios. Como enseña la Iglesia, "los cristianos deben acoger con veneración estos escritos que expresan un vivo sentido de Dios, que son un depósito de sublimes enseñanzas sobre Dios y de sana sabiduría sobre la vida humana, así como un maravilloso tesoro de oraciones; también en ellos está presente de manera oculta el misterio de nuestra salvación"(Dei Verbum, n. 15).

Una de las cosas que más me gustan del Antiguo Testamento es que Dios nos enseña poco a poco. Siempre hay una historia que acompaña a lo que oímos; siempre hay una explicación poco a poco de lo que Dios intenta decirnos. El Antiguo Testamento no son sólo nombres extraños e historias largas con algunas canciones y poesía mezcladas. Es Dios hablándonos y diciéndonos poco a poco: "Acércate un poco más... Por favor, conóceme... En mí encontrarás la felicidad... Quiero cuidar de ti... Enviaré al Mesías para salvarte... Soy tu Padre amoroso".

Para reflexionar:

1. A la luz de las ideas sobre el significado de los nombres y la genealogía en el Antiguo Testamento, vuelve a examinar la genealogía de Jesús en Mateo 1:1-17 y/o Lucas 3:23-38. Recuerda lo que sabes de las personas cuyos nombres aparecen en estas genealogías. Recuerda lo que sabes sobre alguna de las personas cuyos nombres aparecen en estas genealogías. Para los nombres que no reconozcas, haz una pausa e invita al Señor a que te ayude a ver con más claridad cómo realiza su obra a través de hombres y mujeres a lo largo de la historia de la salvación.

2. ¿Tienes un "árbol genealógico" escrito o visual de tu propia herencia? Si no es así, considera la posibilidad de elaborar uno para ti o para tu familia. Dedica tiempo a orar en acción de gracias por la presencia de Dios a través de tu genealogía, y menciona a las personas que necesiten sanación o misericordia.