Paseo por la misa

Haced esto en memoria mía, Parte 20: Evangelio

Para muchos de nosotros, el Evangelio es una de nuestras partes favoritas de la Misa. Escuchamos las historias sobre Jesús y los Apóstoles, cómo Jesús hizo milagros de curación y las palabras que enseñó. Para muchos, es fácil imaginar las escenas en nuestras mentes mientras escuchamos las palabras. Como dice la Instrucción General del Misal Romano, "La lectura del Evangelio constituye el punto culminante de la Liturgia de la Palabra"(IGMR, n. 60). El Concilio Vaticano II nos enseña que los Evangelios tienen una importancia especial entre todos los libros de la Biblia porque son "el principal testimonio de la vida y enseñanza" de Jesús(Dei Verbum, 18). Según Charles Belmonte, la proclamación del Evangelio "subraya la unión entre el Verbo Encarnado, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, simbolizada por el altar y sacramentalmente presente después de la Consagración, y la palabra de Dios escrita en el Evangelio"(Comprender la Misa, p. 91).  

El significado del Evangelio

¿Qué significa la palabra Evangelio? El glosario del Catecismo define Evangelio como "[l]a 'buena nueva' de la misericordia y el amor de Dios revelados en la vida, muerte y resurrección de Cristo. [...] El Evangelio se transmite en la tradición apostólica de la Iglesia como fuente de toda verdad salvífica y de disciplina moral"(CIC, Glosario, "Evangelio"). Los cuatro Evangelios llevan el nombre de sus autores humanos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. El Concilio Vaticano II enseña: "La Iglesia ha mantenido siempre y en todas partes, y sigue manteniendo, el origen apostólico de los cuatro Evangelios. Los apóstoles predicaron, como Cristo les había encargado, y luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos y otros de la época apostólica nos transmitieron por escrito el mismo mensaje que habían predicado, fundamento de nuestra fe: el Evangelio cuádruple, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan".(Dei Verbum, 18).

Libro dorado de los cuatro Santos Evangelios

Durante la Misa, después de ponernos en pie para la Aclamación del Evangelio, el sacerdote o el diácono comienzan con ese diálogo familiar: "¡El Señor esté con vosotros!" y el pueblo responde: "¡Y con tu espíritu!". A continuación, el sacerdote presenta el Evangelio y el pueblo responde: "¡Gloria a ti, Señor!". Estos diálogos de ida y vuelta nos ayudan a prepararnos para lo que está a punto de suceder: el Señor Jesús hablándonos. Otra preparación para las palabras de Jesús es el sencillo gesto de la señal de la Cruz. Cuando el sacerdote o el diácono digan: "Lectura del santo Evangelio según...", harán la señal de la Cruz sobre el Evangeliario. Al mismo tiempo, los asistentes a la Misa se trazan una pequeña señal de la Cruz en la frente, los labios y el pecho. Todavía recuerdo, de pequeño, a mi padre enseñándonos a hacer este gesto y a decirnos a nosotros mismos: "Que las palabras del Evangelio estén en mi mente, en mis labios y en mi corazón". Esas palabras me han acompañado a lo largo de los años y siguen siendo una oración sincera para que la Palabra de Dios esté en el primer plano de mi vida diaria. Como enseña la Diócesis de Peoria, estos actos y oraciones son todos "signos de veneración por la Palabra de Dios que nos ha sido proclamada en el santo Evangelio. Ponernos de pie, cantar el Aleluya, nuestros gestos y nuestras respuestas son signos externos de nuestra disposición interior de amor a Cristo y reverencia a su Palabra" ("A Study of the Mass", p. 8).

Nuestra respuesta al Evangelio

Al concluir el pasaje evangélico de una misa concreta, el sacerdote o el diácono dice: "¡El Evangelio del Señor!". Nuestra respuesta de fe es: "¡Alabado seas, Señor Jesucristo!". Luego, el sacerdote o el diácono besa la página que acaba de leer y dice en silencio: "Que por las palabras del Evangelio sean enjugados nuestros pecados". Charles Belmonte escribe bellamente que "podemos al menos hacer nuestro el beso que el sacerdote ha depositado sobre el libro sagrado. Con él, queremos decir al Señor que estamos dispuestos a dar la vida por las verdades contenidas en el Evangelio... Al mismo tiempo, pedimos perdón por nuestras faltas"(Comprender la Misa, p. 95).

Por supuesto, los Evangelios son tan maravillosos que deberíamos leerlos y rezar sobre ellos más a menudo que sólo en la Misa dominical. La vida de Jesús es tan rica y hermosa que puede darnos mucha fuerza cada día. Prueba a leer un solo capítulo de los Evangelios cada día y verás lo que pasa.

Para reflexionar

1. Acepta el consejo del Padre Lucas y comienza a leer uno de los cuatro Evangelios, empezando con un capítulo cada día. Aprovecha esta oportunidad para acercarte más a Jesús en Jornada .

2. Observa cómo introduce su texto el autor de cada Evangelio. ¿Qué revelan los versículos iniciales de cada Evangelio sobre su mensaje?