Después de escuchar la Palabra de Dios para nosotros en las Escrituras y especialmente la vida y las palabras de Jesús en el Evangelio, viene la oportunidad de reflexionar más profundamente sobre esas palabras en la homilía. Como enseña la Diócesis de Peoria, después del Evangelio, pasamos a la "Segunda Mitad" de la Liturgia de la Palabra, que "consiste en la homilía, la Profesión de Fe y las Oraciones de los Fieles. Estos tres 'momentos' de la liturgia actúan como puente entre las Liturgias de la Palabra y de la Eucaristía"(A Study of the Mass, p. 9).
¿Qué es exactamente la homilía? "Homilía" viene de una palabra griega que significa "explicación". El propósito de la "homilía es abrir las Escrituras y Liderar en una comprensión más profunda de los misterios que celebramos"(A Study of the Mass, p. 9). Según el glosario de nuestro Catecismo, la homilía es "[p]or un ministro ordenado para explicar las Escrituras proclamadas en la liturgia y exhortar al pueblo a aceptarlas como Palabra de Dios" (CIC, p. 882). Según la Nueva Enciclopedia Católica, "una homilía es un discurso más o menos breve e instructivo sobre un pasaje de la Escritura en el que se aclara la lección espiritual del texto bíblico... Generalmente ha de ser instructivo, informal e inteligente" (p. 271). Algunos dirán que es mucho pedir.
¿Quién puede hacer la homilía? Como afirma la Instrucción General del Misal Romano, "la homilía debe ser pronunciada ordinariamente por el mismo sacerdote celebrante o ser confiada por él a un sacerdote concelebrante, o de vez en cuando y, si es oportuno, al diácono, pero nunca a un laico. En casos particulares y por justa causa, la Homilía puede ser pronunciada incluso por un Obispo o un Sacerdote que esté presente en la celebración, pero que no pueda concelebrar"(IGMR, 66). La razón de que sólo un Obispo, sacerdote o diácono pronuncie la homilía en la liturgia está directamente ligada a la proclamación del Evangelio. Uno de los dones que un hombre recibe en la ordenación es una gracia particular para el propósito especial de predicar y enseñar el Evangelio. Aunque ahora la redacción es ligeramente distinta, recuerdo muy claramente la parte del rito de ordenación diaconal en la que el Obispo me entregó el Libro de los Evangelios y me dijo: "Recibe el Evangelio de Cristo, de quien ahora eres heraldo. Cree lo que lees, enseña lo que crees y practica lo que enseñas". De vez en cuando, al preparar la homilía, pienso en estas palabras que me recuerdan que he sido elegido para este ministerio. Leeré las Escrituras y recordaré por mí mismo que Jesús me ha pedido que comparta estas verdades con el pueblo de Dios, con la esperanza de ayudarles a comprender más plenamente, a crecer en la fe y a vivir más coherentemente en su amor.
La Instrucción General del Misal Romano enseña: "La Homilía forma parte de la Liturgia... porque es necesaria para alimentar la vida cristiana. Debe ser una explicación de algún aspecto de las lecturas de la Sagrada Escritura o de otro texto de las [oraciones de la Misa] y debe tener en cuenta tanto el misterio que se celebra como las necesidades particulares de los oyentes" (IGMR, 65). Así, aunque lo más habitual es que la homilía verse sobre las lecturas de la Misa, sería conveniente que el predicador reflexionara también sobre alguna de las oraciones de la Misa. Yo suelo referirme a frases de los Prefacios antes de la Plegaria Eucarística, sobre todo en días de fiesta especiales, cuando esas oraciones son específicas de la celebración.
¿Hay siempre homilía? Como dice la Instrucción General del Misal Romano, debe haber una homilía en cada Misa dominical y de día santo en que haya congregación. Se recomienda en otros días, especialmente en los días laborables de Adviento, Cuaresma y el Tiempo Pascual, así como en otros "días y ocasiones festivos" en los que se une más gente a la celebración(IGMR, 66). La próxima vez profundizaremos más en la homilía y en cómo sirve de nexo entre la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía.
1. Reza con esta orientación a Timoteo sobre la predicación: "Te encarezco en presencia de Dios y de Cristo Jesús, que juzgará a vivos y muertos, y por su aparición y su poder real: proclama la palabra; sé perseverante tanto si conviene como si no; convence, reprende, anima con toda paciencia y enseñanza"(2 Tm 4,1-2). Considera cómo las homilías que experimentas cumplen esta instrucción.
2. Reflexiona sobre homilías significativas en la historia de tu vida. ¿Hay alguna ocasión memorable en la que el mensaje de una homilía te haya afectado? Da gracias a Dios por el impacto de esta predicación.