Al concluir la Liturgia de la Palabra y prepararnos para la transición a la Liturgia de la Eucaristía, es un momento adecuado para reflexionar sobre cómo estas partes principales de la Misa están unidas y se complementan entre sí. Ya hemos hablado de esta unidad en nuestra reflexión sobre la homilía. Esta vez, escucharemos a un par de nuestros papas más recientes. Como afirma la Instrucción General del Misal Romano, "La Misa consta en cierto modo de dos partes, a saber, la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía, las cuales están tan íntimamente unidas entre sí que forman un solo acto de culto. Porque en la Misa se extiende la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo, y en ella los fieles han de ser instruidos y refrescados"(IGMR, 28, cf. también SC 56, 48, 51). Tal vez las dos partes principales de la Misa parezcan obvias, pero ¿cómo están "tan estrechamente interconectadas"? ¿Cómo se relacionan la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía? Como dos ejemplos, ambas nos fortalecen para comprender nuestra fe y vivirla en el mundo, y ambas nos llevan más profundamente a la verdadera unidad con Cristo.
El Papa San Juan Pablo II reflexionó sobre cómo la unidad de la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía se remonta a la Iglesia primitiva: "Sabemos bien que, desde los primeros tiempos, la celebración de la Eucaristía ha estado unida no sólo a la oración, sino también a la lectura de la Sagrada Escritura y al canto de toda la asamblea. En consecuencia, desde hace mucho tiempo se puede aplicar a la Misa la comparación, hecha por los Padres, con las dos mesas, en las que la Iglesia prepara para sus hijos la Palabra de Dios y la Eucaristía, es decir, el pan del Señor" (Dominicae Cenae, 10). Esta imagen de las dos mesas nos ilustra que somos alimentados de dos maneras principales a través de la Misa: a través de la escucha de la Palabra de Dios para nosotros y a través de la presencia verdadera de Jesús en la Eucaristía. Como hemos reflexionado antes, a través de las Escrituras llegamos a conocer a Dios tal como se nos revela; aprendemos quiénes somos como pueblo suyo; y aprendemos a vivir nuestras vidas en Él y unos con otros. Como veremos a lo largo de la Misa, en la Eucaristía nos nutrimos de un modo único, mediante la presencia real de Jesús y su morada con nosotros a través de la Sagrada Comunión. Nuestro Señor nos alimenta de dos maneras maravillosas.
El Papa Benedicto XVI, reflexionando sobre estas dos mesas de la Liturgia de la Palabra y de la Liturgia de la Eucaristía, subraya la unidad entre ellas: "En primer lugar, es necesario reflexionar sobre la unidad inherente al rito de la Misa. Tanto en la catequesis como en el modo mismo de la celebración, hay que evitar dar la impresión de que las dos partes del rito están simplemente yuxtapuestas... Existe un vínculo intrínseco entre la Palabra de Dios y la Eucaristía. De la escucha de la Palabra de Dios nace o se fortalece la fe (cf. Rm 10,17); en la Eucaristía, el Verbo hecho carne se nos da como alimento espiritual. Así, "de las dos mesas de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo, la Iglesia recibe y da a los fieles el pan de vida". Por tanto, se ha de tener siempre presente que la Palabra de Dios, leída y proclamada por la Iglesia en la liturgia, conduce a la Eucaristía como a su fin connatural" (Sacramentum Caritatis, 44).
Las palabras del Papa Benedicto me recuerdan el modo en que crecemos en las relaciones. Normalmente, al principio nos encontramos con los demás a cierta distancia. Tal vez los vemos en un grupo, o nos cruzamos de alguna manera. Después, suele pasar un tiempo en el que aprendemos cosas básicas, como nombres, antecedentes familiares, escuelas o trabajos. Si la relación sigue creciendo, aprendemos más sobre lo que una persona piensa, le gusta y tiene esperanzas o sueños. Con el tiempo, una amistad crece y se profundiza, y con esa profundidad viene un mayor amor e intimidad. Por supuesto, incluso con un amor profundo, sabemos que seguimos comunicándonos y seguimos aprendiendo más. Nuestro amor nos ayuda a comprendernos mejor y nuestra comunicación continua nos ayuda a profundizar en nuestro amor. Esta comparación básica me ayuda a darme cuenta más concretamente de lo que creo que los Papas nos están enseñando: en la Misa, nos encontramos con Jesús tanto a través de la Liturgia de la Palabra como a través de la Liturgia de la Eucaristía. Ambas mesas nos bendicen para crecer más profundamente en nuestra relación con Él. Ambas Liderar nos profundizan en la unidad. Ambas nos invitan a compartir los frutos de esa unidad unos con otros. Ambas aumentan nuestra esperanza en la unidad perfecta con Cristo que nos espera en el cielo. De momento, en la Liturgia de la Eucaristía se nos ofrece un anticipo del banquete celestial.
1. ¿Cómo experimentas la Liturgia de la Palabra como alimento? Reza con Ezequiel 3,1-3, en el que el Señor ordena a Ezequiel que coma un rollo. Medita sobre la imagen de las "mesas" dispuestas para un banquete como una manera de despertar tu "apetito" de adoración mientras te preparas para la Misa.
2. Como citaba el Padre Lucas, "los fieles han de ser instruidos y refrescados"(IGMR, 28) por la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía. Prepara tu corazón para recibir instrucción y refrigerio pidiendo al Señor que te conceda estas gracias cada vez que participes en la Misa. Después de la Misa, tómate un tiempo para reflexionar sobre la instrucción y el refrigerio que has recibido, y da gracias a Dios.