Es hora de pasar la cesta del ofertorio. Para muchas personas, la palabra ofertorio puede hacernos pensar simplemente en las ofrendas de dinero que depositamos en la cesta de la colecta. Si bien es cierto que eso forma parte del ofertorio típico de los domingos, éste es también un momento espiritual importante para unirnos a la ofrenda que está sobre el altar.
Los detalles prácticos de esta parte de la Misa han sido diferentes en distintos momentos de la historia. En épocas anteriores, las ofrendas solían ser cosas que la gente traía de sus casas. La gente traía todo tipo de comida, junto con pan y vino, y regalos para los pobres (dinero u otros). Todos estos regalos se reunían y se clasificaban. El pan y el vino se utilizaban para la misa, parte de la comida y el dinero se entregaban al sacerdote para su sustento, y el resto de la comida y el dinero se repartía entre los pobres. Así, se puede ver que incluso en los primeros tiempos, esta parte de la Misa se trataba de ofrendar y dar. En nuestros días, para simplificar el ofertorio, los ujieres recogen dinero. Este dinero sigue simbolizando nuestra ofrenda: lo que damos a Dios por la Misa (el pan, el vino, las velas, etc., se compran para la Misa), lo que damos para cubrir las necesidades del sacerdote y el mantenimiento de la iglesia, y lo que damos para cubrir las necesidades de los pobres y los menos afortunados. Mientras los ujieres se preparan para recoger las ofrendas, podemos echar un vistazo a nuestras vidas, a todo lo que tenemos, a todo lo que el Señor nos ha proporcionado. Podemos mostrar nuestra gratitud y dar gracias al Señor ofreciéndole una parte de lo que tenemos para el bien de la Iglesia y de los demás.
Junto con la colecta, se traen el pan y el vino (y el agua en algunos lugares), como en los tiempos de la Iglesia primitiva. Hacia el año 150 d.C., San Justino Mártir describe esta parte de la Misa diciendo simplemente: "se traen el pan, el agua y el vino"(Comprender la Misa, p. 109). Las ofrendas son traídas por los fieles. Ya sean los ujieres, los familiares que han pedido la intención de la Misa u otros feligreses, quien trae las ofrendas representa a toda la congregación, presentando nuestras ofrendas a Dios.
Mientras pensamos en nuestros dones prácticos o materiales durante esta parte de la Misa, no debemos pasar por alto la oportunidad de ofrecer también dones espirituales. La Madre Teresa de Calcuta era conocida por pedir a los sacerdotes que dejaran espacio en la patena para sus intenciones. Un sacerdote también la recordaba diciendo que ponía su corazón en la patena para que estuviera cerca de Jesús en la Misa. Si pensamos en esta parte de la Misa, ofreciendo los dones que tenemos en acción de gracias a Dios y en unión con Jesús, es cierto que una de las mejores ofrendas que podemos hacer ¡somos nosotros mismos! En esta línea, Charles Belmonte enseña: "Junto con Cristo, ofrecemos todo lo que somos y todo lo que poseemos, todo lo que hemos hecho o intentamos hacer. Ofrecemos nuestra memoria, inteligencia y voluntad; nuestra familia, profesión, aficiones, éxitos, sufrimientos, fracasos y preocupaciones; y nuestras aspiraciones, [alegrías y esperanzas] y comuniones espirituales. Asimismo, ofrecemos nuestras pequeñas y grandes mortificaciones: todos aquellos actos de amor que realizamos ayer y cuantos pensamos realizar hoy"(Comprender la Misa, p. 110).
Si no has pensado antes en el ofertorio de esta manera, te animo a que pienses en incluir tu ofrenda espiritual personal junto con lo que eches en la cesta. Ciertamente es una gran manera de unirse espiritualmente a las oraciones que el sacerdote ofrece en el altar y una gran manera de profundizar nuestra unidad con la ofrenda perfecta de Jesús.
1. Responde a la invitación del Padre Lucas considerando qué ofrenda(s) espiritual(es) ofrecerás en la próxima Misa en la que participes.
2. Al menos una vez al año, tómate tiempo para reflexionar sobre la parte de tu riqueza material o financiera que das durante el Ofertorio. Compara esta ofrenda con los diversos gastos de tu vida. Pide a Jesús que te ayude a identificar lo que puedes dar generosamente. Además de tu ofrenda económica, considera cómo Jesús puede estar invitándote a dar de ti mismo a la vida parroquial de otras maneras.
3. ¿Has tenido alguna vez el privilegio de representar a la congregación presentando las ofrendas durante la procesión del ofertorio? Da gracias a Dios por esa experiencia. Si no es así, reza para tener la oportunidad de hacerlo e infórmate en tu parroquia sobre cómo puedes participar en la procesión del ofertorio.