Continuamos nuestra Jornada a través del Ofertorio de la Misa. Después de que se presentan las ofrendas (y después del incienso, cuando se usa), se puede observar que el sacerdote se lava las manos sobre un plato llamado lavabo (que significa "me lavaré") y se las seca con una toalla. La Instrucción General del Misal Romano dice que este lavado es un rito "en el que encuentra expresión el deseo de purificación interior" (IGMR, 76).
Para explicar con más profundidad este lavado de manos, Charles Belmonte enseña: "En cada misa se realiza un acto litúrgico que originalmente respondía a una necesidad práctica. El celebrante se lava las manos, que han tocado las diversas ofrendas, así como el incensario, antes de tomar el pan que va a convertirse en el cuerpo de Cristo. La Iglesia ha conservado esta ceremonia del Lavabo para expresar el deseo de purificación interior. Este significado místico fue subrayado por San Cirilo de Jerusalén en el siglo IV, cuando escribió: "Esta acción muestra que debemos estar libres de todo pecado. Realizamos acciones con las manos; lavarnos las manos es lo más parecido a purificar nuestros actos'"(Comprender la Misa, p. 114).
Aunque el significado espiritual tenga sentido, puedes fijarte en la realidad práctica de que las manos del sacerdote no parecen sucias. Es cierto que nuestras ofrendas de hoy son limpias, pero si recuerdas unas cuantas entregas atrás, en los primeros tiempos de la Iglesia la gente traía todo tipo de cosas para el ofertorio, no sólo pequeños recipientes ordenados de pan y vino. Por ejemplo, alguien podía traer productos agrícolas o pollos como regalo para los pobres. Naturalmente, si el sacerdote manipulaba este tipo de ofrendas, queríamos que se lavara las manos antes de continuar con el Santo Sacrificio de la Misa.
Aunque hoy en día ya no necesitamos la limpieza práctica, la comprensión de la limpieza espiritual es muy valiosa. Como señala la Diócesis de Peoria, "la Iglesia mantiene este ritual de lavatorio porque expresa un deseo interior de ser limpiada por dentro"(A Study of the Mass, p. 12). Este deseo es muy claro cuando vemos la oración privada que el sacerdote reza en este lavatorio: "Lávame, Señor, de mi iniquidad y límpiame de mi pecado". Aunque el sacerdote reza esta oración en privado, este es otro lugar donde todos los fieles podrían unirse en oración, pidiendo a Dios que purifique nuestras mentes y corazones en anticipación de estar en la Verdadera Presencia del mismo Cristo en el altar.
Después de lavarse las manos, el sacerdote vuelve al centro del altar, extiende las manos y luego las vuelve a juntar, y pide a los fieles: "Rezad, hermanos, para que mi sacrificio y el vuestro sean agradables a Dios, Padre todopoderoso". Según nuestras directivas más recientes, los fieles se ponen de pie para dar la respuesta: "Que el Señor acepte el sacrificio de vuestras manos para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia". Charles Belmonte escribe que "el sacerdote nos ruega que nos unamos a él en el acto sacrificial a medida que se acerca... el sacerdote subraya que el sacrificio es mío (es decir, Cristo se ofrece a sí mismo -el aspecto del sacerdocio ministerial-) y vuestro (toda la Iglesia ofrece el sacrificio -el aspecto del sacerdocio común-)"(Comprender la Misa, p. 115). La Diócesis de Peoria explica: "La invitación hace una distinción entre el modo en que el sacerdote hace su ofrenda y el modo en que los fieles hacen la suya. El Sacrificio de la Misa no es ofrecido sólo por el sacerdote. Todos nosotros, en virtud de nuestro bautismo, estamos llamados a ofrecernos al Padre por medio de Cristo"(A Study of the Mass, p. 12).
Como hemos visto a lo largo del Ofertorio, hay varias oportunidades para unirnos y unir nuestros sacrificios a Jesús. No es casualidad. Cada una de estas invitaciones nos ayuda a ser conscientes de lo que podemos ofrecer y a estar atentos a lo que está a punto de suceder en la Misa. La próxima vez, veremos cómo la Oración sobre las Ofrendas une nuestras oraciones y sacrificios a medida que se acerca el momento de la Verdadera Presencia de Cristo.
1. Acepta la invitación del Padre Lucas de unir tus oraciones a la del sacerdote durante el Lavabo. La próxima vez que observes este rito, haz tuya la oración sacerdotal: "Lávame, Señor, de mi iniquidad y límpiame de mi pecado". Estate atento en este momento para renunciar a las distracciones y entrar más plenamente en la Misa.
2. Fuera del contexto de la Misa, tómate tu tiempo para rezar despacio y atentamente con la respuesta del pueblo a la invocación del sacerdote después del Lavabo: "Que el Señor acepte el sacrificio que está en tus manos para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia". Mientras te preparas para participar en la Misa, renueva tu intención de dar alabanza y gloria a Dios y de buscar el verdadero bien para ti y para los demás.