Continuando con el Rito de la Comunión, hemos rezado el Padre Nuestro e intercambiado un santo y reverente Signo de la Paz. ¿Qué viene ahora? Como explica la Instrucción General del Misal Romano, "El gesto de partir el pan realizado por Cristo en la Última Cena, que en los tiempos apostólicos dio nombre a toda la Acción Eucarística [Fracción del Pan era un nombre común para la Misa en la Iglesia primitiva], significa que los muchos fieles se convierten en un solo cuerpo(1 Cor 10, 17) al recibir la Comunión del único Pan de Vida, que es Cristo, que por la salvación del mundo murió y resucitó. El sacerdote parte el Pan y pone un trozo de la hostia en el cáliz para significar la unidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en la obra de la salvación, es decir, del Cuerpo de Jesucristo, vivo y glorioso"(IGMR, 83).
Puede que estés pensando: ¡Espere , Padre! ¿Qué pasa con el Cordero de Dios? Pues bien, como veremos, en este momento de la Misa se superponen un par de acciones. En este momento de la Misa, cantamos o decimos el Agnus Dei: "Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, danos la paz". El Misal Romano indica que las primeras frases pueden repetirse si es necesario, pero la última siempre termina con "concédenos la paz". Como anunció Juan el Bautista, Jesús es el Cordero de Dios, el único sacrificio verdadero ofrecido por amor a nosotros para el perdón de los pecados. Como enseña la Diócesis de Peoria, "El cordero sacrificado es de extrema importancia en toda la Sagrada Escritura. La profecía de Jeremías es que el Siervo sufriente del Señor sería como un 'cordero llevado al matadero'. El Libro del Apocalipsis afirma que entronizado en el Altar Celestial está el Cordero de Dios mostrando las marcas de haber sido inmolado por nuestras ofensas. En la Pascua judía, el cordero era el animal prescrito para el sacrificio. El sacrificio de Jesús es la nueva Pascua. De hecho, como detalla el Evangelio de Juan, Jesús es el Cordero de la nueva Pascua"(A Study of the Mass, p. 18).
Profundizando, Charles Belmonte afirma: "La figura del 'Cordero de Dios' está llena de significado y es útil para encender nuestra devoción antes de la Comunión. El Cordero predicho por Isaías y anunciado por San Juan Bautista debe borrar nuestros pecados por su obediencia a la voluntad de Dios: Inocente, nunca abrió la boca, como cordero que es llevado al matadero, como oveja que enmudece ante sus trasquiladores"(Is 53,7)... [E]ste cordero fue también prefigurado por el cordero pascual que los judíos sacrificaron la víspera de su salida de la esclavitud de Egipto. La expresión de Juan Bautista nos recuerda el cordero con el que los judíos celebraban cada año la Pascua, prenda de la reconciliación del hombre con Dios. San Juan Evangelista, que estaba al pie de la cruz, observó que las piernas de Jesús no estaban rotas como en el caso de los dos ladrones. Por último, el Agnus Dei [Cordero de Dios] es también un himno nupcial para celebrar las bodas del Cordero con su esposa, la Iglesia, en paz y unidad, como se describe en el Apocalipsis. Allí, sobre el altar, el Cordero yace vivo, pero como inmolado. Veinticuatro ancianos rodean al Cordero. Están vestidos con túnicas blancas y coronados de oro. Miles de ángeles cantan el sacrificio y el triunfo del Cordero. Ciertamente, cada Misa es sólo un preludio y una muestra de la futura adoración del Cordero en la eternidad"(Comprender la Misa, p. 180-81).
Así, como tantas otras partes de la Misa que hemos repasado, el Cordero de Dios está lleno de significado y simbolismo, todos los cuales apuntan directamente a Jesucristo, verdaderamente presente en el altar: su Cuerpo y su Sangre, su Alma y su Divinidad. Justo antes de prepararnos para la Sagrada Comunión, estas palabras nos recuerdan Quién está presente en el altar y que, en su gran amor, se ofreció a sí mismo en sacrificio para salvarnos de nuestros pecados. Aquí está Aquel que cumple las profecías de antaño. Aquí está Aquel a quien anhelaban los corazones. Aquí está Aquel cuyo sacrificio perfecto nos une en el amor y nos abre a compartir la belleza y la perfección del cielo. ¡Qué gran Salvador! ¡Qué bienaventurados somos por su presencia entre nosotros!
1. Medita sobre uno o varios de los pasajes relacionados con el cordero que el P. Lucas presenta en la reflexión de esta semana: Ex 12; Is 53; Jn 1,19-51; Ap 5. 2. Da gracias al Padre por habernos revelado al Cordero de Dios.
2. Reza con una imagen del Cordero de Dios en el arte, como el Agnus Deide Francisco de Zurbarán, el Retablo de Gantede los hermanos Van Eyck, o El Cordero inmolado. Permita que esta experiencia visual de la oración le ayude a percibir la presencia de Cristo en la Misa.