Esta Meditación Eucarística está diseñada para ayudarte a pasar de treinta minutos a una hora en meditación y oración silenciosa con Jesús durante la adoración eucarística. Incluso si no puedes estar físicamente presente en una iglesia o capilla de adoración con el Santísimo Sacramento, puedes unirte espiritualmente a la Eucaristía mientras pasas este tiempo en oración.
LA GRACIA QUE BUSCO: conocer y vivir en el amor que Jesús me tiene
ENEL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO. AMÉN.
Detente unos instantes y permítete tomar conciencia de la entrega de Jesús en la Eucaristía. Date cuenta de que, en este preciso momento, el Señor de la Vida te está mirando con gran amor. Permítete recibir su mirada de amor. Tú eres su hijo amado... descansa en su mirada de amor.
Agradece a Jesús el don de sí mismo en la Eucaristía.
PIDE LA GRACIA: Jesús, ayúdame a conocer y a creer en el amor que me tienes.
Lee despacio, 3-4 veces. Deje que las palabras de la Escritura inunden su mente y su corazón. Deja que el Espíritu Santo te hable a través de este pasaje.
"Hermanos y hermanas: He recibido del Señor lo que también os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: 'Esto es mi cuerpo que es por vosotros. Haced esto en memoria mía'". (1 Corintios 11:23-24)
Permítete sentarte un rato con estas preguntas, atento a cómo el Señor habla en tu corazón.
En las lecturas de hoy se nos dice que, en la Eucaristía que recibimos en la Misa, Cristo se ofrece plenamente -Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad- a nosotros, no sólo colectivamente, sino también individualmente. ¿En qué momento de tu vida necesitas más la gracia de Jesús? Pídele que entre en ese lugar concreto mientras recibes la Eucaristía.
Lee despacio, 3-4 veces. De nuevo, deja que las palabras de la Escritura inunden tu mente y tu corazón. Deja que el Espíritu Santo te hable a través de este pasaje.
"Antes de la fiesta de la Pascua, Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre. Amaba a los suyos en el mundo y los amó hasta el fin". (Juan 13:1)
Por puro amor, Jesús se ofrece a sí mismo en la Eucaristía: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Identifica una o dos áreas de tu vida que creas más necesitadas de su amor. Pregúntale al Señor cómo quiere amarte ahí, confiando en su promesa de que nos ama hasta el extremo.
Permanece en silencio con el Señor. Deja que hable en el silencio, en tu corazón. Acoge su presencia. Si te ayuda, escribe lo que sientes que el Señor te comunica durante este tiempo de oración.
Oh Dios, que nos has llamado a participar en esta sacratísima Cena, en la que tu Hijo Unigénito, a punto de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia un sacrificio nuevo para toda la eternidad, el banquete de su amor, concédenos, te rogamos, que saquemos de tan gran misterio la plenitud de la caridad y de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén. (Colecta, Jueves de la Cena del Señor)
En cada Misa, Jesús se ofrece al Padre por nosotros. Siempre podemos unir nuestras propias ofrendas a las de Jesús en la Misa. La próxima vez que estés en Misa, ofrece tu deseo de recibir el amor y la presencia del Señor en los lugares de tu corazón que más lo necesitan.
El Señor ha venido a nosotros en la Eucaristía, y Él, en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, habita en todos los sagrarios y custodias del mundo. Durante el tiempo pascual, proponte dedicar cada semana unos minutos más a la adoración eucarística o a la oración ante el sagrario, confiando en que el Señor anhela derramar su amorosa presencia en tu corazón.
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