Envío de misioneros

Presencia real y consuelo de los afligidos

El dolor nos rodea, pero no siempre vemos lágrimas. He conocido a amigos y familiares con el corazón apesadumbrado y los pies cansados. Les he visto pasar por circunstancias desgarradoras y a menudo prolongadas de dolor, su pena innegable pero enterrada profundamente bajo alguna otra emoción y llevada aparentemente sola. Hay un caso que me llama la atención de mi propia vida familiar.

Cuando finalmente dimos el paso de ingresar a nuestra madre en un centro de acogida, fui la única que lloró. A través de esas lágrimas, se expresaron mi miedo y mi pena. Mi padre rara vez ha llorado delante de mí, pero a menudo le oigo repetir en voz baja lo mucho que la quiere. Otro miembro de la familia, más práctico por naturaleza, se pregunta por qué Dios le haría esto a mamá, ya que le ha servido toda su vida, mientras que otro hermano se mantiene a distancia, visitándola sólo cuando hay alguien más.

Estoy segura de que mi madre, tan fuerte en la fe, se resignó en silencio y sin una lágrima a algo que esperaba que nunca sucediera. Cuando salí para entrar en el convento, mamá me dijo que, a partir de entonces, nos reuniríamos a diario delante del Sagrario. Jesús era ahora quien nos mantendría conectadas; Jesús nos ofrecería consuelo en cualquier pena, estaría con nosotras cuando nos sintiéramos solas y nos daría el valor que necesitaríamos en los años siguientes. Fue un regalo maravilloso el que me hizo mi madre, porque me reveló que la presencia de Jesús estaba siempre conmigo, pasara lo que pasara en mi vida, y que podía buscar su ayuda siempre que lo necesitara.

Sus últimas palabras antes de subir al avión fueron: "Seguro que la capilla está siempre abierta".

Mujer con vestido rojo al aire libre sosteniendo una Biblia abierta

El dolor adopta muchas formas

Mientras reflexiono sobre esto, me acuerdo de una mujer con la que me he cruzado en la misa diaria durante los dos últimos años y que ha estado muy preocupada por su hija, que abandonó la fe y que había estado intentando sin éxito vender su casa en Suecia para volver a Estados Unidos. A sus 87 años, mi amiga sabe que no está sola, aunque tenga que trabajar para mantener a su hija. Cuando la veo en misa, sé que está llena de fe incluso en su dolor.

Hay otros que no tienen el beneficio de esa presencia cercana y permanente de Jesús en el Santísimo Sacramento. Uno se lamenta por el penoso comportamiento de su hijo, incapaz de expresar la rabia y el rechazo que yacen latentes bajo su dolor por las decisiones de su hijo. Otro amigo lamenta que su vida no haya sido como él deseaba. Y otro cuenta con frecuencia la historia de lo que una vez le dijo un cura que casi le rompe el corazón. No se permiten acercarse a Aquel que anhela estar cerca de ellos.

Consolar a los tristes es un tipo de presencia, pero no siempre es tan sencillo como parece. Puede ser difícil estar presente en el dolor de los demás. Puede ser difícil detectar el dolor oculto bajo otras emociones, como la ira, o cuando se intelectualiza y se evita por completo. Las lágrimas que algunos derraman son episódicas y rara vez en público. Una persona pone cara de valiente, compartiendo su fe en que Dios sabe lo que hace, mientras otra refunfuña y otra se retrae. Otra se afana en proyectos prácticos y casi siempre útiles. Las quejas disfrazan el dolor de una persona, mientras que el relato de la misma historia por parte de otra es una señal de que el dolor no resuelto sigue siendo profundo. Nuestra forma de llorar es tan única como nuestro ADN. Y tal vez pueda decirse que bajo muchas de nuestras emociones siempre hay algo de pena, decepción, desilusión o duelo.

Hombre y mujer sentados uno al lado del otro con vistas a un lago

Cómo consolar a los que están tristes

¿Cómo ofrecemos consuelo a los que están tristes? ¿Qué consuelo podemos ofrecer? No siempre es fácil responder a estas preguntas. En todos los casos, sin embargo, el alma anhela acompañar a otro en la pérdida sin dejarse abrumar por ella, empatizar con la tragedia de otro y no huir, acompañar a otro en el interrogatorio y no cerrarle con respuestas que aún no está preparado para recibir.

¿Cómo podemos empezar?

El modo más importante de empezar es dejarnos experimentar cómo Jesús está siempre a nuestro lado, cómo en la Eucaristía está realmente presente y nos recibe tal como somos. Él nos enseña a través del Santísimo Sacramento cómo estar presentes para los que sufren.

Date cuenta de que tu consuelo puede expresarse de muchas maneras. Aquí tienes ocho consejos que te ayudarán a consolar a los que sufren en tu propia vida:

Reza. Pide al Espíritu Santo que te ayude a identificar en tu corazón el nombre de una persona que esté afligida, tal vez en secreto, aislada por el dolor. Acógela en oración, especialmente en adoración eucarística, y observa lo que sientes hacia ella. Pide a Jesús que te ayude a ver lo que te impide comprender más profundamente el dolor de esta persona.

Rodea a otro con fe. Una noche, sentada junto a la cama de mamá, le dije en voz baja: "Mamá, este es tu calvario", sin saber si lo entendería. Su silencioso "lo sé" me aseguró que sí. Ofrecer palabras de fe es realmente un acto de gracia. Debe hacerse con delicadeza y sólo cuando lo inspire el Espíritu Santo.

Escucha las historias. Algunas personas procesan su dolor contando recuerdos. A veces podemos ofrecer consuelo con una simple escucha activa.

Joven frente a una ventana con la cabeza entre las manos

Ten paciencia. Cada persona vive el sufrimiento y la pérdida de forma diferente. Algunas formas son más útiles que otras, pero la mayoría de las personas lo hacen lo mejor que pueden. Lo que hagan también refleja su propia personalidad y su historia. Respeta la forma de ser de los demás e intenta estar con ellos, aunque ahora mismo no sepas cómo ayudarles.

Estar al lado de alguien. Cuando lloramos, decimos que queremos estar solos, pero la mayoría de las veces deseamos que alguien se dé cuenta y nos demuestre que le importamos. A veces, el mero hecho de ser coherente a la hora de mostrar tu disposición a estar con ellos (quizás ofreciéndoles cosas concretas en las que puedes ayudarles), aunque no sea durante los momentos de llanto, hace maravillas para reconfortar a alguien.

Pasa por alto muchas cosas. No te dejes arrastrar por las demás emociones de una persona ni te enfades por las acciones que encubren su dolor. Concéntrate en lo que está pasando. Dales el regalo de la caridad en tu respeto constante por su Jornada.

No te preocupes por lo que tienes que decir. La mayoría de las veces no hace falta decir nada. Ofrecerse a hacer algo con o por alguien que está sufriendo puede ser a veces más útil. El duelo por cualquier pérdida en nuestra vida lleva tiempo, y no ayuda apresurar a alguien a lo largo de Jornada con respuestas que no está preparado para escuchar. Ha sido poderoso cuando me conecto silenciosamente con la otra persona en el nivel de su espíritu donde no se necesitan palabras, descansando tranquilamente en su interior y ofreciéndole ese regalo pacífico.

Acompáñales en la oración. No siempre podemos estar con alguien en su Jornada, aunque sepamos que necesita un compañero en su dolor, pero siempre podemos estar con él a través de la oración. Rezar con alguien por teléfono puede proporcionarle un gran consuelo y, al mismo tiempo, respetar su intimidad.

Así como hay muchas formas de llorar, también hay muchas formas de ofrecer consuelo a los que lloran. Y lo más probable es que ya lo estés haciendo. Como escribió San Pablo: "Por tanto, animaos unos a otros y edificaos unos a otros, como de hecho hacéis"(1 Tesalonicenses 5:11). Que nos tomemos a pecho sus palabras al compartir con los que lloran el don de la presencia, arraigada en la Presencia Real que Jesús nos ha dado primero.

Foto en blanco y negro de jóvenes adultos arrodillados ante la custodia en un altar durante la adoración eucarística.

Pregunta de reflexión

¿Cómo puedes "encontrarte" con alguien que está afligido en la presencia de Jesús en el Tabernáculo y ofrecerle consuelo?

Acción

Piensa en alguien que lleva una pesada carga y que siente que lucha solo, e invítale con delicadeza a visitar a Jesús Sacramentado.

Escritura

"Enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte ni llanto, ni lamento ni dolor, [porque] el viejo orden ha pasado". Apocalipsis 21:4