El Miércoles de Ceniza marca el inicio del tiempo de Cuaresma como una oportunidad de gracia para "volver a Dios con todo nuestro corazón". La peregrinación cuaresmal de oración, ayuno y limosna es un camino probado y verdadero para nuestro encuentro con la misericordia de Dios revelada en el Misterio Pascual de Jesús. A través de este encuentro, nos convertimos en humildes instrumentos de la misericordia divina para los necesitados. La Eucaristía invita a contemplar el amor perdonador de Dios revelado en Jesús, rostro encarnado de la misericordia divina.
Muchas obras maestras del arte representan la parábola evangélica del Hijo Pródigo, la parábola de la misericordia por excelencia. Una exquisita pintura de la Galería Nacional de Arte de Washington, DC, se inspira en esta conocida parábola relatada en el capítulo XV del Evangelio de Lucas. En ella, Bartolomé Esteban Murillo, artista español del siglo XVII, ofrece una profunda imagen cuaresmal sobre el "camino de la belleza" para que nos veamos en el abrazo perdonador de Dios, Padre de misericordia.
El lienzo de Murillo es una instantánea, o narración simultánea, de diversos momentos del relato evangélico. Al contemplar el cuadro, descubrimos esos momentos de parábola. A la izquierda, un muchacho lleva un ternero al banquete convocado por el alegre padre que desea celebrar el regreso de su hijo. A la derecha, un criado lleva una bandeja con ropas finas, lo que significa que el hijo ha recuperado su dignidad al volver al redil familiar. Un espectador sostiene un anillo que simboliza la reconciliación del hijo pródigo con su familia. Y el hermano mayor mira con resentimiento este repentino giro de los acontecimientos.
El hijo pródigo y su padre se funden en un abrazo misericordioso en el centro. Las ropas andrajosas y los pies sucios del hijo le recuerdan su indigencia y su identidad manchada. Simboliza a la humanidad, perdida y alejada de la oferta de amistad de Dios. El padre se inclina para abrazar a su hijo con toda la ternura de un padre amoroso. Sus manos rodean los hombros del hijo que regresa con tierna alegría y perdón. Incluso el perro de la familia, símbolo de fidelidad, salta de alegría ante el regreso de su amo.
En cada Eucaristía, la misericordia de Dios se extiende a la comunidad reunida en el culto. Ante este profundo don de la misericordia divina, podemos reflexionar: ¿cómo abriré mi vida a la efusión del amor perdonador de Dios en esta Cuaresma? ¿Y hacia quién estoy llamado a ser instrumento del amor misericordioso de Dios a lo largo de estos 40 días?
La doctora Jem Sullivan es profesora asociada de Catequética en la Universidad Católica de América. Es autora de Way of Beauty: Rekindling Eucharistic Amazement with Visio Divina, Our Sunday Visitor Press, 2023.