Esta Meditación Eucarística está diseñada para ayudarte a pasar de treinta minutos a una hora en meditación y oración silenciosa con Jesús durante la adoración eucarística. Incluso si no puedes estar físicamente presente en una iglesia o capilla de adoración con el Santísimo Sacramento, puedes unirte espiritualmente a la Eucaristía mientras pasas este tiempo en oración.
LA GRACIA QUE BUSCO: regocijarme en el perdón que Jesús ofrece
ENEL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO. AMÉN.
Detente unos instantes y permítete tomar conciencia de la entrega de Jesús en la Eucaristía. Date cuenta de que, en este preciso momento, el Señor de la Vida te está mirando con gran amor. Permítete acoger su mirada de amor. Eres su hijo amado. Descansa en su mirada de amor.
Agradece a Jesús el don de sí mismo en la Eucaristía.
PIDE LA GRACIA: Jesús, ayúdame a recibir tu perdón con profunda gratitud.
Lee despacio, 3-4 veces. Deje que las palabras de la Escritura inunden su mente y su corazón. Deja que el Espíritu Santo te hable a través de este pasaje.
"Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos un Abogado ante el Padre: Jesucristo, el justo. Él es la expiación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo." (1 Juan 2:1-2)
Permítete sentarte un rato con estas preguntas, atento a cómo el Señor habla en tu corazón.
La Cuaresma es el tiempo litúrgico obvio para pensar en nuestra pecaminosidad y necesidad de conversión. Sin embargo, durante el tiempo de Pascua, no podemos permitirnos volver a caer en patrones pecaminosos. ¿Cuál es el área de pecado con la que luchas y en la que quieres trabajar durante este tiempo de Pascua? Pídele a Jesús que te ayude. Considera renovarte en un examen de conciencia diario.
Lee despacio, 3-4 veces. Deja que estas palabras inunden tu mente y tu corazón. Deja que el Espíritu Santo te hable a través de esta meditación.
"Entonces les dijo: '¿Por qué estáis turbados? ¿Y por qué surgen preguntas en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo'". (Lucas 24:38-39)
Jesús anhela calmar nuestros problemas con su paz. Su Cuerpo resucitado, con sus heridas, nos recuerda que ha vencido a la muerte y al pecado. Pídele a Jesús que te ayude a identificar cualquier zona de tu corazón que aún dude, aunque sea mínimamente, de que la Eucaristía que contemplas es verdaderamente Jesucristo: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Permítele que hable a esas zonas con este pasaje del Evangelio de hoy.
Permanece en silencio con el Señor. Deja que hable en el silencio, en tu corazón. Acoge su presencia. Si te ayuda, escribe lo que sientes que el Señor te comunica durante este tiempo de oración.
Que tu pueblo exulte para siempre, oh Dios, en renovada juventud de espíritu, para que, alegrándonos ahora en la gloria restaurada de nuestra adopción, esperemos con esperanza confiada el regocijo del día de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. (Colecta, III Domingo de Pascua)
En cada Misa, Jesús se ofrece al Padre por nosotros. Siempre podemos unir nuestras ofrendas a las de Jesús en la Misa. Este domingo, ofrece tu profunda gratitud por la salvación que Jesucristo ha ganado para ti y su deseo de sanar tu pecaminosidad y tu quebrantamiento.
Jesús nos recuerda hoy que si pecamos, tenemos un abogado ante nuestro Padre celestial: Jesucristo, que fue enviado como expiación por nuestros pecados. Él nos ha dado el hermoso sacramento de la confesión para buscar el perdón por los pecados que hemos cometido. Propóngase confesarse alguna vez en la próxima semana, y considere en oración invitar a un amigo o familiar a confesarse con usted, para que ellos también puedan experimentar el amor misericordioso de Dios.
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