Avivamiento Historias

Estamos de camino a casa: 3 prácticas para vivir como peregrinos

La vida es una peregrinación.

Durante el ministerio, hay numerosos momentos en los que necesito dar un paso atrás y recordar esta realidad. Una peregrinación no se trata de comodidad; se trata de crecimiento. Una peregrinación no se trata simplemente del destino, ni tampoco de la Jornada.

Una peregrinación tiene que ver con las formas que la Jornada nos da para recibir plenamente nuestro destino cuando lleguemos.

El año pasado, viendo cómo se desarrollaba la Peregrinación Eucarística Nacional de 2024 y participando en los actos de apertura de la Ruta Mariana, llegué a esta contundente conclusión, que llevé conmigo en la oración mientras los Peregrinos Perpetuos atravesaban los Estados Unidos en dirección a Indianápolis.

Dentro de un par de días, el 18 de mayo, otro grupo de jóvenes adultos Peregrinos Perpetuos realizará una Jornada similar desde Indianápolis hasta Los Ángeles, donde la Misa de celebración de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Jesús pondrá fin a la iniciativa de tres años del Avivamiento Eucarístico Nacional. Una vez más, mis pensamientos se dirigen a cómo esta pequeña peregrinación nos señala la peregrinación más grande de esta vida.

Esta metáfora es importante. Este testimonio es vital.

Me encuentro, con demasiada frecuencia, intentando hacer de mi situación actual "mi hogar". Deseo comodidad y deseo asentarme, encontrando paz donde estoy. Quiero paz en mi casa, en mi trabajo y en mis relaciones. Pero estas son áreas donde el cambio abunda y cuando experimento sufrimiento y desafíos a mi comodidad, me encuentro enojado con Dios. Pero entonces debo recordar que no estoy en casa, todavía no. Hay desafíos en la Jornada.

Otras veces, me centro tanto en adónde voy y en mi futuro que me olvido de ver las muchas maneras en que Dios desea estar presente en mí en este momento. Me pierdo los lugares donde Jesús está delante de mí en los pobres y marginados; soy insensible a la presencia del Espíritu Santo en los momentos tranquilos y sencillos. Estoy frenético por "llegar a donde voy", sin darme cuenta del poder de Dios allí donde estoy.

La vida es una peregrinación. He adoptado esta mentalidad y, aunque me cuesta vivirla cada día, estoy descubriendo que la libertad llega cuando puedo enmarcar mi mundo de esta manera. Estas son tres prácticas que he adoptado y que me permiten estar presente sin estancarme, y mirar al futuro sin precipitarme en el presente.

  1. Momento Mori. Es probable que haya oído la frase antes y quizá le parezca tópica o incluso morbosa, pero cada mañana y cada noche me tomo un tiempo para recordar que, algún día, moriré. Este mundo no es mi destino final. Por la mañana me pregunto: "Hoy, ¿qué tengo que hacer para vivir de forma que el día de hoy merezca ser mi último en la tierra?". Al final de cada día, reflexiono: "Puede que mañana no me despierte; si no lo hago, ¿estoy preparado para encontrarme con Jesús?". A menudo, estas reflexiones me llevan a la oración y, con frecuencia, al arrepentimiento. Me mantienen anclado en el verdadero propósito de esta peregrinación: nuestro destino final, el cielo. La muerte nos mantiene centrados en esa meta.
  2. Practicar la Presencia. Una peregrinación trata de cómo nos transformamos en la Jornada; nos acercamos a Dios (santidad) o nos alejamos de Dios (vicio) a medida que vivimos cada día. Nunca permanecemos espiritualmente estancados, aunque a veces lo parezca. Estar presente en la Jornada es reconocer las muchas maneras en que el Señor se acerca a nosotros en los momentos cotidianos. Practico la presencia silenciando las notificaciones durante el día, sin permitir que el ruido de mi teléfono perturbe mi presencia ante mi familia, mis compañeros de trabajo y las tareas que tengo entre manos. Encuentro momentos para detenerme a rezar y, a veces, simplemente para estar quieta y reconocer que estoy en presencia de Dios. Por último, pido ojos para ver a Jesús en las personas con las que me cruzo, desde el camarero de la cafetería hasta el hombre desplazado en la salida de la autopista. ¿Cómo trataría a mi Señor si me encontrara con él en ese momento? ¿Estaría lo suficientemente presente como para reconocerle?
  3. Ir más lejos con los amigos. Puedo sacrificar amistades en aras del trabajo y el ministerio. Ha habido momentos en mi vida en que he descuidado amistades en mi vida por el bien de "la misión", pero ahora me doy cuenta de lo tonto que era. Una vez me dijeron: "Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve con otros". La peregrinación no es una Jornada en solitario; requiere una comunidad. Necesitamos personas que nos sostengan cuando tenemos dificultades y otras con dones y talentos que complementen los nuestros. Yo reservo tiempo en mi día y en mi semana para cultivar estas relaciones - necesito a estas personas en mi camino de fe.

Estos son tres sencillos pasos que he dado para vivir más intencionadamente como peregrina, porque estoy simplemente de paso por esta vida de camino a casa - pero deseo vivir cada momento por toda la belleza que Dios puede poner en él para que un día, cuando pase de esta vida a la siguiente, mi corazón esté preparado para ser acogido por nuestro Señor.