El objetivo de la Eucaristía es la comunión: ser uno con Jesús y con los demás que están unidos en su Cuerpo Místico. Al buscar la Eucaristía Avivamiento, debemos esperar que Jesús nos acerque tanto a Él como a los demás. Anhelamos una comunión más profunda, pero a menudo tenemos miedo de abrirnos en la vulnerabilidad o dudamos en sacrificar el tiempo. ¿Qué podemos hacer, por tanto, para fomentar el crecimiento en la comunidad cristiana?
Nos acercamos a Jesús con todas nuestras necesidades y, a medida que crecemos en comunión con Él, esperamos naturalmente que nos ayude. Sin embargo, quizá te sorprenda saber que Jesús también se presenta ante nosotros necesitado de nuestra ayuda. Nos dice: "Cada vez que lo hicisteis por el más pequeño de mis hermanos, por mí lo hicisteis" (Mateo 25, 40). Él nos permite corresponderle viniendo a nosotros a través de los demás, pidiéndonos que nos derramemos a imitación del don que nos hace.
La comunión implica un toma y daca. Jesús nos entrega todo su ser: cuerpo, sangre, alma y divinidad. También quiere que se lo devolvamos todo. Quiere que nos hagamos más presentes a Él en la oración y que nos entreguemos también a los demás. La comunión eucarística debe desembocar directamente en la fraternidad cristiana; acercarse a Jesús implica necesariamente construir la comunión en torno a nosotros, al encarnar plenamente los grandes dones que nos ha dado.
También podemos verlo desde la otra dirección. Construir la fraternidad dentro de nuestras parroquias y comunidades preparará a las personas para un encuentro más profundo con Cristo en la Eucaristía. Estar desconectado en una época de autonomía radical conduce a menudo a la confusión y a la depresión. La amistad auténtica, sin embargo, proporciona un contexto mucho mejor para aprender la fe y crecer en la virtud. Proporciona un lugar de confianza para hacer preguntas y recibir el apoyo necesario para superar las dificultades. Tender la mano a alguien que parece desconectado o que tiene dificultades es un acto de caridad, que abre una necesaria posibilidad de comunión.
Construir una comunidad cristiana sólida lleva tiempo, pero en Éxodo 90 hemos aprendido algunas de las claves para que funcione.
En primer lugar, necesitamos un propósito común. Es difícil dedicar tiempo a otro compromiso sin una razón clara para hacerlo. La comunidad cristiana debe ayudarnos a crecer en las exigencias concretas de nuestra fe, como crecer en la oración, aprender la fe o servir a los demás. Éxodo reúne a los hombres para crecer en mayor libertad en Jesucristo, despojándonos de la tiranía de muchos faraones modernos que nos dominan.
En segundo lugar, deberíamos formar un grupo de tamaño razonable. El tamaño de nuestras parroquias hace difícil sentir que estamos creciendo en comunidad porque es demasiado fácil perderse en la multitud. Un grupo pequeño nos ayuda a conocer un segmento de la parroquia y a profundizar en la fe. En Éxodo, generalmente recomendamos un tamaño de grupo pequeño de 5-7 personas para que realmente podamos relacionarnos con todos en el grupo. Otros grupos, especialmente si se centran más en el aprendizaje de la fe, podrían ser de mayor tamaño.
En tercer lugar, ayuda tener un horario fijo para reunirse. Las reuniones semanales son ideales para adquirir un hábito constante de construir comunidad. De lo contrario, otras cosas tienden a colarse y ocupar el lugar de nuestro compromiso con el grupo pequeño. Las reuniones semanales o incluso quincenales ayudan a dar prioridad a la comunidad para que pueda empezar a dar forma a nuestras vidas.
En cuarto lugar, tenemos que comprometernos unos con otros. La comunidad cristiana nos forma invirtiendo los unos en los otros. Ningún programa o proceso puede hacer el duro trabajo de crecer en caridad, porque la caridad se desarrolla en nuestras interacciones mutuas: escuchándonos, animándonos, apoyándonos, rezando y estando presentes. Con un propósito claro en mente para el grupo, podemos hacernos responsables de nuestro compromiso compartido y aprender unos de otros.
En quinto lugar, debemos fomentar la vulnerabilidad y la confianza. El objetivo de la comunidad cristiana es el mismo que el de la Eucaristía: la comunión. Dios quiere que crezcamos en su propio amor, y esto requiere ser lo suficientemente vulnerables para compartirnos a nosotros mismos y recibir el don de la presencia del otro. San Juan nos ofrece un poderoso punto de referencia en su primera carta: "Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos" (1 Jn 3,14). Jesús quiere que nos apoyemos unos en otros para aprender a amar como Él: con humildad, obediencia y abnegación.
Éxodo 90 se complace en patrocinar el Congreso Eucarístico Nacional como medio para impulsar la renovación en la Iglesia y en nuestra sociedad. Crecer en comunidad es a menudo difícil, porque cuesta invertir el tiempo necesario para hacer el don del compromiso con los demás. Pero debería ser una de nuestras mayores prioridades. Invitamos a los hombres a consultar nuestro trabajo en exodus90.com para conocer una forma particular de invertir en fraternidad con otros hombres para crecer en una mayor libertad en Jesucristo.
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Éxodo 90 equipa a hombres de todo el mundo en su Jornada hacia una mayor libertad en Jesucristo. Su enfoque lleva a los hombres a la oración diaria, la fraternidad regular y prácticas ascéticas como el ayuno, la moderación en el uso de los medios de comunicación y las duchas frías. Éxodo ofrece reflexiones bíblicas diarias a lo largo de todo el año y es conocido sobre todo por su programa de 90 días previo a la Semana Santa.