Ahora que hemos recordado nuestro Bautismo(agua bendita), hemos rendido reverencia a Jesús presente en el sagrario(genuflexión) y hemos rezado en silencio nuestras oraciones de preparación, estamos listos para ponernos de pie para los Ritos Introductorios. En la mayoría de las parroquias, estos ritos comenzarán con un himno o la antífona de entrada.
No cabe duda de que cada uno tiene su "manera especial" de cantar durante la misa. Algunos cantan a pleno pulmón, tengan o no una voz agradable. Otros murmuran ligeramente las palabras, de modo que, aunque tuvieran un micrófono, apenas se les oiría. Algunos parecen conocer las canciones tan bien que ni siquiera abren los libros. Algunos deben de tener una conexión interior tan profunda con Dios que ni siquiera cantan en voz alta, ¡sólo en su corazón!
¿Por qué cantamos? Si nos remontamos a nuestra historia y a las raíces judías de nuestra liturgia, vemos que la música y el canto son una parte importante de nuestra oración en común. Cantar es una de las alabanzas más apropiadas para Dios, ya que implica al cuerpo y al alma incluso más que hablar. (Cuando cantamos, alabamos a Dios con todo nuestro ser. La Instrucción General del Misal Romano explica la importancia del canto:
"A los fieles cristianos que se reúnen como uno solo en espera de la venida del Señor, el apóstol Pablo les ordena cantar juntos salmos, himnos y cánticos espirituales (cf. Col 3,16). El canto es el signo de la alegría del corazón (cf. Hch 2,46). Así, San Agustín dice con razón: 'Cantar es de quien ama', y también existe el antiguo proverbio: 'Quien canta bien reza dos veces'"(IGMR, n. 39).
Teniendo en cuenta estas advertencias, "debe darse, pues, gran importancia al uso del canto en la celebración de la Misa"(IGMR, n. 40).
Al comienzo de la Misa, las opciones más comunes para el "Canto de Entrada" son un Himno de Entrada o una Antífona de Entrada. La finalidad del canto en este momento es "abrir la celebración, fomentar la unidad de los congregados, introducir su pensamiento en el misterio del tiempo litúrgico o de la fiesta y acompañar la procesión del Sacerdote y de los ministros"(IGMR, n. 47). El Himno o Antífona de Entrada nos ayuda a "entrar" en lo que vamos a hacer; nos ayuda a dejar a un lado todo lo demás que sucede en nuestras vidas y nos ayuda a preparar nuestros corazones para alabar a Dios y participar en la Misa. Este canto nos recuerda especialmente que somos una comunidad, porque es el primer acto que hacemos todos juntos en la Misa.
"¡No tengas miedo!"
A menudo oigo a personas decir: "¡Me siento acomplejado porque mi voz es terrible!". Citando a nuestro Señor, al Papa San Juan Pablo II y a muchos otros: "¡No tengas miedo!" Dios te dio la voz que tienes, y al cantarle alabanzas, le estás ofreciendo los dones (o la falta de ellos) que Él te dio. Así que, ¡coge ese himnario y únete al canto!
1. Reflexiona sobre tu participación en la Misa como una oportunidad para cumplir la exhortación del Salmo 96: "Cantad a Yahveh un cántico nuevo;/ cantad a Yahveh, toda la tierra./ Cantad a Yahveh, bendecid su nombre;/ proclamad su salvación día tras día." (Sal. 96, 1-2)
2. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento ofrecen muchos ejemplos de personas que responden con cánticos a la acción salvadora de Dios, como Moisés y Miriam (Éx. 15:1-21), Moisés (Dt. 32:1-44), Ana (1 Sm. 2:1-10), David (1 Cr. 29:10-13), Tobías (Tb. 13:1-8), Judit (Jdt. 16:13-17), Sirácides (Si. 1:1-13; 45:15-25). 13:1-8), Judit (Jdt. 16:13-17), Eclesiástico (Sir. 1:1-13), Isaías (Is. 20:1-6; 45:15-25), Jeremías (Jer. 31:10-14), Daniel (Dn. 3:52-88), Habacuc (Hab. 3:2-19), Zacarías (Lc. 1:68-79), la Santísima Virgen María (Lc. 1:46-55) y Simeón (Lc. 2:29-32). Dedica un tiempo a meditar en un Cántico de las Escrituras y observa cómo Dios te mueve a responder.